24/10/2018
Jueves, 24 de Octubre de 1929.
Hoy me desperté como cualquier otro día, quizá algo mas cansado de lo normal. La semana pasada sin duda el trabajo fue mas intenso y creo que aun no me he recuperado.
Tras desayunar y acicalarme me encaminé hacia mi puesto de trabajo, pese a la idea general… trabajar en bolsa no es nada glamuroso, básicamente es un trabajo como cualquier otro, entras a tu hora, tratas de hacer lo que sabes hacer lo mejor posible e intentas acabar el día un poco mejor que el anterior. Hoy ha sido algo raro, al subir las escaleras del edificio de La Bolsa de Nueva York, he sentido un pequeño escalofrío, rápidamente lo he achacado al cansancio y quizá a algo que haya desayunado… sin más he proseguido… llegaba algo tarde.
Al entrar al “parquet” me ha llamado mucho la atención la cantidad de brokers que había, seguramente la cantidad de órdenes de la noche anterior había obligado a muchos a trabajar este frío jueves, el clima era raro, se notaba tensión, preocupación… y ver que se había aumentado la plantilla de telegrafistas solo hizo que reafirmarme que hoy iba a ser un día muy duro. Nuestro trabajo llevaba unos meses siendo bastante exigente, desde Marzo, los episodios “intensos” no han hecho más que repetirse… vivimos tres semanas de subidas constantes, al mismo tiempo que se esparcía la consciencia colectiva de que la Bolsa estaba muy sobrevalorada, la burbuja cada vez era más evidente y su eventual explosión se esperaba cada vez más cercana ….
Tras difundirse el rumor de que el Consejo de la Reserva Federal de Estados Unidos se estaba reuniendo a diario y en secreto para no despertar incertidumbres, la situación se volvió cada vez mas compleja. Durante el fin de semana del 23 al 24 de marzo se supo que el Consejo se había reunido incluso el sábado, lo que desencadenó una venta masiva el siguiente lunes.
El índice cayó 9,5 puntos y el martes siguiente algunos valores perdían 3 puntos por hora vendiéndose ocho millones de títulos. Sobraba papel, faltaba dinero y aumentaban los intereses por éste que llegaban incluso al 20 %. Sin embargo, Charles E. Mitchell Coral, presidente del National City Bank, empleó los recursos del banco para comprar todos los títulos y dar la sensación de que había esperado un descenso excesivo para comprar, lo que hizo recuperar la confianza en el mercado.
Pasamos siete meses de relativa tranquilidad, aunque todos los que veíamos desde dentro este panorama nos dábamos cuenta (aunque no quisiéramos asumirlo) que algo se avecinaba. Hace seis días, el viernes 18 de octubre, comenzaron a venderse acciones, sismos de terror se empezaban a sentir en algunos sectores de Wall Street, saliendo a la venta 8 millones de acciones, descendiendo ese día el índice 7 puntos, y el sábado, otros 12 puntos.
Nuevamente, se difundía la percepción de estabilidad en el mercado, protegida esta percepción por críticas hacia aquellos que vaticinaban un desplome repentino. Los inversionistas estaban molestos, pero lograron detener momentáneamente la caída e incluso revertir la situación con un pequeño ascenso en el valor de las acciones, pese a ser un espejismo, una maniobra que sólo cambiaba la ruta del autobús en la que estaba todo Estados Unidos sin saberlo, a la de una de trayectoria tan solo un poco más larga…
Cuando a las diez de esta mañana ha sonado la campana que abre la sesión, se ha puesto a la venta un enorme paquete de acciones de la conocida firma Cities Service Co. y su cotización ha comenzado a caer de inmediato. Esto ha provocado una furia vendedora… ha sido como ver a una manada de animales huyendo de forma despavorida de un grupo de depredadores… en pocos minutos se han cursado órdenes de venta por un millón de títulos, la Bolsa ha llegado a descender un 9%, pero en esta ocasión no ha habido un banco que comprara las bolsas o una amalgama de inversores que frenara el autobús… accionistas ofrecían paquetes de acciones a un tercio de su valor, sin encontrar comprador.
Las cotizaciones se han desplomado… a las once de la mañana el pánico se nos había apoderado, el frenesí vendedor parecía imparable. Cuando las noticias de lo que ocurría en el interior de la Bolsa se han conocido fuera de sus muros, una multitud, entre curiosa y preocupada, se ha congregado en la célebre intersección de Wall Street con Broad Street.
La policía de Nueva York ha tenido que tomar posiciones para evitar posibles disturbios.
Para el mediodía se convocó una reunión urgente en las oficinas de JP Morgan a la que acudieron los principales banqueros de Nueva York. Se trataba de formar un pool con la finalidad de frenar la caída del precio de las acciones. La reunión tuvo un efecto sedante, pues por la tarde se ha desacelerado la caída de la Bolsa. Al terminar la jornada, Thomas Lamont, socio de Morgan, se ha dirigido a los periodistas para dar cuenta de la reunión y calmar los ánimos. Sus declaraciones han sido desconcertantes: “los banqueros”, dijo, “atribuyen la caída a cuestiones estrictamente técnicas, no a un deterioro de la economía”…
Llevamos horas mirando los teletipos, hace horas que deberíamos haber salido, pero la preocupación de todos se ha visto reafirmada al comprobar que acontecimientos similares se registrado en las Bolsas de Chicago, Boston, Filadelfia, San Francisco y Los Ángeles.
Sin duda, la incertidumbre nos ha invadido a todos… este día ha sido extraño… muy extraño…