13/08/2019
Contenidos
Cuando nacemos y crecemos en un entorno, sin darnos cuenta, asumimos multitud de ideas, conceptos y teoría que forman la base de nuestra manera de pensar, conforman nuestros miedos, construyen nuestros límites y establecen lo que los psicólogos llaman la “zona de confort”, ese lugar en el que nos sentimos tranquilos y seguros.
Cambiar estos preceptos de base, podríamos llamar metafísicos, es tremendamente difícil, en la mayoría de los casos simplemente porque no somos conscientes de que están ahí. Sin embargo, desde ellos, a la manera kantiana, aprehendemos el mundo, entendemos las cosas que pasan, y sentimos nuestros miedos, ansiedades o alegrías.
John R Searle, el filósofo americano, pone un ejemplo que es muy esclarecedor en su libro “The Construction of Social Reality”.
Supongamos que estamos en París, entramos en un restaurante, un camarero se nos acerca, nos dice algunas palabras en francés, le pedimos una cerveza, nos la pone, nos la bebemos, dejamos el dinero adecuado en la mesa y nos vamos. En principio parece una escena sencilla de la vida cotidiana. Sin embargo, dentro de ella hay multitud de cosas en las que no pensamos y que damos por hechas. Hay, como dice Searle, una “ontología invisible”:
El camarero no es dueño de la cerveza que me da, es un empleado del restaurante que es la dueña. El restaurante tiene la obligación de poner una lista de precios para todo lo que vende y , aunque yo no haya visto nunca la lista, debo pagar le precio que ahí se indica. el dueño de restaurante tiene una licencia del gobierno francés par operar y así, esta sujeto a cientos de leyes y regulaciones que yo desconozco completamente. Además yo puedo estar ahí porque que soy un ciudadano español con un pasaporte en regla y cumplo con las leyes francesas así hasta el infinito
La cantidad de cosas y hechos que son construcciones humana, que podrían ser de otra manera totalmente diferente y que están envueltos en este simple hecho, que damos por sabidas porque hemos crecido con ellas, son incalculables. Y lo mismo pasa en todas las áreas de la vida.
Nos movemos cada día envueltos en un mar de decisiones tomadas y estructuras de pensamiento y orden que han sido creadas por nuestra sociedad, familia y entorno y que conforman nuestra “ontología invisible”, que nos van a condicionar a la hora de desarrollarnos en cualquier campo.
Por supuesto, frente a los hechos prácticos de la vida, como la que acabamos de relatar, es posible que no encontremos muchos problemas.
Otra cosa muy distinta es cuando intentamos entender mundos complejos, que sobrepasan la practicidad de nuestro día a día, mundos complejos como el de la economía o las finanzas. En estas situaciones nos sentimos vulnerables y echamos mano del cuerpo de explicaciones y teorías, de los relatos que hemos oido e integrado, y que pueden ser verdaderamente perjudiciales.
Nos afanamos en repetir relatos y teorías muchas veces viejas y equivocadas, en repetir miedos familiares y abrazar conclusiones que aglutinan y explican hechos que pueden estar causados por multitud de factores pero que adquieren coherencia a la luz de estas explicaciones.
En este sentido es interesante lo que apunta Bill Miller, uno de esos inversores filósofos sobre la explicación del mundo financiero.
Cuando alguien le pregunta sobre qué está pasando en los mercado él dice:
“diligentemente les doy una (explicación), no porque yo sepa nada o tenga una opinión formada, sino porque he sido preguntado”.
Una buena forma de entender cómo se gestan y evolucionan estas explicaciones de los hechos que acontecen mas allá de nuestra cotidianidad pero que nos perturban y sobre los que necesitamos herramientas y respuestas, es, acercarse a Thomas Kuhn y a su libro “Teoría de las revoluciones científicas” de 1950.
En el Kuhn nos explica cómo funcionamos a la hora de explicar el mundo y vivir en él y para ello acuña el concepto de “paradigma”. Para este filósofo, tal y como explica en el libro, la evolución de la ciencia se produce con gran sufrimiento a través de diversas fases. Las que llama de normalidad y las de revolución.
En las fases de normalidad, las teorías básicas, instrumentos, valores y premisas metafísicas que componen el matrix disciplinario, es decir las ideas de base de nuestro sistema de creencias, están fijas, permitiendo una acumulación de soluciones basadas en ellas.
Durante estos periodos se van produciendo anomalías, y se van descubriendo cosas que no cuadran con las leyes establecidas, sin embargo las ideas de base no cambian y las anomalías son descartadas, explicadas de manera mas o menos dudosa o, simplemente, dejadas de lado.
Por ejemplo, Searle, John R. nos dice que, ser una persona educada en nuestra era, significa que comulgamos con dos teorías, la teoría atómica de la materia y la teoría de la evolución en la versión que sea. Esas dos teorías dan cuerpo a nuestro sistema de creencias hoy en día y , no os quepa duda, un día serán superadas y entraremos en una fase de revolución.
En estas fases de revolución, las teorías de base son revisadas para permitir la solución de estas anomalías que no tienen explicación, las leyes básicas que conforman el fundamento cultural cambian, nuevas leyes son aceptadas por todos como base y un nuevo paradigma se establece, algo mas certero quizá, pero no necesariamente verdadero.
Este proceso de normalidad-crisis- revolución y nuevo paradigma explica, según Kuhn, el funcionamiento y al evolución de la ciencia, dejando entrever algunos paralelismos con los postulados hegelianos de tesis, antítesis y síntesis.
Pero lo que interesa es que toda teoría propuesta en un momento dado es medida en términos de calidad en tanto en cuanto se adapta al paradigma establecido en ese momento.
Algunos ejemplos pueden ser desde la no aceptación de la teoría de que la tierra era redonda y no plana postulada por Copernico porque así se creía en su época o la rabiosa oposición que encontró el Medico que dijo que era mejor lavarse las manos antes de operar. Fue expulsado de la medicina.
La teoría de Kuhn se estableció en términos de el pensamiento científico pero, en realidad, esta manera de proceder funciona en todas las áreas del conocimiento humano.
Algunos preceptos son aceptados por una comunidad como básicos y fundamentales, cimientos y pilares del pensamiento, aunque haya cosas que no se puedan ser explicadas desde ese punto de vista. Solo cuando un nuevo punto de vista es aceptado como fundamental, esas anomalías son explicadas para dar paso a otras nuevas.
Si miramos al mundo de las finanzas, el que ahora nos interesa, podemos ver un comportamiento similar.
Un claro ejemplo nos lo ofrece la teoría de la eficiencia del mercado de la que se extraen y extrajeron multitud de estrategias y formas de operar que asumieron esta visión como paradigma de base, a pesar de que en realidad dejaba multitud de cosas sin explicar y es, a nuestro parecer, un enorme absurdo. Y no solo a nuestro parecer, pues es celebre la frase de Warren Buffett afirmando que si los mercados fueran eficientes él estaría pidiendo en la calle.
Esta teoría defiende que no existen empresas que coticen por debajo del precio que se merecen y que todas las noticias, situaciones y posibilidades están recogidas en los precios. Por tanto, todo inversor que bate al mercado lo hace, simplemente porque tiene suerte. Y más aun, que alguien tirando dardos a una tabla de acciones puede seleccionar un portfolio tan bueno como el mejor analista.
No tiene sentido profundizar ahora en la hipótesis del mercado eficiente, por otro lado refutada magistralmente por Warren Buffett en su articulo “The superinverstors of Graham and Doddville” disponible en el área de socios (análisis) de Zonavalue Club, en el que expone los resultados obtenidos en el mercado por los inversores que han seguido la teoría del value investing, y evidencia una realidad, que el mercado está guiado en última instancia por la irracionalidad de los actores que lo pueblan, los que produce toda suerte de irregularidades.
Lo que nos interesa aquí es recalcar como mucha gente con puestos relevantes en la sociedad puede estar totalmente equivocada durante mucho tiempo en su manera de ver las cosas, y lo estarán y lo defenderán.
Pero no porque un grupo grande de académicos con muchos títulos defiendan una postura ésta tiene necesariamente fundamento, puede ser la idea más peregrina que te puedas imaginar y así ha pasado en la historia con grandes mentes defendiendo que la tierra es plana, que los indigenas americanos no tienen alma y, por lo tanto, se pueden esclavizar, que no es necesario lavarse las manos y estar limpio para operar, o que ir a la guerra contra otro país es bueno y así tantas y tantas cosas.
Cuidado pues con escuchar a los insensatos por muchos títulos que tengan. Construyamos, nuestro propio relato, nuestro propio criterio, libre en lo posible del condicionamiento familiar y cultural y, sobre todo, del condicionamiento de otras personas, por muy influyentes que sean.
De lo contrario estaremos absolutamente atados a todo lo que hemos “aprendido” de manera automática, y solo podremos ver por el pequeño prisma de nuestra experiencia y de la “manipulación educativa”.
Todo esto solo nos creará problemas, baches en nuestro camino, obstáculos que no sabemos de donde vienen y limitaciones en nuestro sueños que solo están puestas por nosotros mismos, tal y como decía Caváfis en su célebre poema Itaca.