Invertir con sentido. Cuidado con lo que damos por hecho.

30/03/2018

Que la tecnología lo ha cambiado todo es algo que a nadie duda a estas alturas. Lo que está por ver es qué cambios han sido para mejor  y cuáles han venido para crear nuevos problemas.

Un aspecto en el que esta controversia toma forma tiene que ver con nuestros razonamientos, lo que pensamos, cómo lo pensamos y cómo aprendemos nuevas cosas. Y así, mientras la tecnología nos a puesto al alcance de la mano la posibilidad de aprender todo lo que queramos de manera autónoma, teniendo acceso a ingentes cantidades de información, y ha hecho posible que podamos encontrar respuestas rápidas  a preguntas que antes necesitaban de una larga investigación, la realidad es que estas respuestas no son siempre y necesariamente las acertadas.

Esto es un problema que crece cada día, pues estarán de acuerdo conmigo en que es fácil encontrar expertos a un solo clic para fundamentar cualquier cosa que queramos creer sobre cualquier cosa por disparatada que sea.

Como ejemplo Niall Ferguson en su ultimo libro  “The Tower and the Square” se pasa una buena parte de un capitulo documentando el alto porcentaje de gente que cree en alguna forma de teoría de la conspiración, y asegura que la aparición de Facebook y Twitter, lejos de fomentar la comunicación y la sana discrepancia de ideas y formas de ver la vida,  nos ha dividido más en tribus en las que solo hablamos con aquellos que piensan como nosotros, reforzando así nuestra forma de ver el mundo.

No es de extrañar que, en términos de mercados financieros, las burbujas sean cada vez más numerosas, sea en términos generales de mercado o bien focalizadas en uno u otro activo. Pues cuando se trata de encontrar buenas oportunidades de inversión la masa siempre está equivocada. Y lo está precisamente por ir juntos, aumentando a su paso el valor de los activos de manera a veces enloquecida. Y no solo eso, sino que además esta masa  puede estar equivocada tanto tiempo que, como decía Keynes, nuestra solvencia puede verse  comprometida por sus movimientos.

A este respecto, David Dunning postula que en la base de estos comportamientos está una mala toma de decisiones, muchas veces no porque los demás nos engañen, sino porque nosotros nos engañamos a nosotros mismos, compramos las noticias del éxito ajeno y queremos subirnos al carro antes de que la fiesta termine.

La conclusión de Dunning “people who lack knowledge on a particular topic tend not to recognize their lack”. En otras palabras, no tenemos suficiente conocimiento acerca de lo que no conocemos.

El problema tiene varias derivadas. Nos gusta que nos den la razón, nos gusta estar en lo cierto, buscamos siempre aquellos argumentos que apoyan lo que deseamos hacer, y nos guiamos mucho por el entorno y nuestras emociones al respecto y poco por el sentido común, la reflexión racional y la dura pero necesaria visón de la opinión contraria, damos por sabidas demasiadas cosas y no nos planteamos cuanta realidad hay en ese conocimiento.

Cuando se trata de decidir si tomamos un café o un té la cosa no tiene mayor importancia, pero cuando se trata de tomar decisiones de inversión que pondrán en juego nuestras ahorros el tema se complica.

Mente abierta y capacidad para poner en cuestión nuestras propias ideas.

La única solución que tenemos para no caer en estos juegos de nuestra mente y ser capaces de aprovechar las ventajas de contar con posibilidades ilimitadas de aprendizaje, al mismo tiempo que aprendemos el camino para una buena toma de decisiones,  es apoyarnos en dos armas básicas que debemos conocer en profundidad.

La primera es contar con una mente abierta a los cambios.  Una mente abierta a los cambios nos posicionará en el lugar adecuado para que nuestros esquemas no jueguen en nuestra contra y los convertirá, con la practica de cada día, en menos estrictos y más fluidos. Desde que el sociólogo Bauman teorizara la sociedad líquida, sabemos que nos encontramos en un nuevo paradigma social y que todos nuestros esquemas rígidos no actúan más que como un freno a nuestras posibilidades de desarrollo en el mundo de hoy.

Construir un hábito con esta manera de estar en el mundo nos convertirá en personas capaces de aprender cada día con lo que pasa y  mejorar nuestro puntos de vista. Para ello es esencial ser capaz de hacer  caso a la evidencia más que a nuestros deseos, por muy doloroso que ese proceder pueda ser, ser muy rápido en reconocer nuestros errores y cambiar y estar siempre dispuesto a poner en cuestión nuestro punto de vista si encontramos un nuevo camino más certero.

Para nuestro ego puede ser duro al principio, pero debería estar reconfortado al pensar que con esta manera de proceder, estaremos mucho más preparados para destacar en todo lo que hagamos e intentemos. Cambiar no es un fracaso sino un gran éxito.

La segunda posibilidad que tenemos es rodearse de gente que sea capaz de decirnos la verdad y que además no piensen como nosotros, tengan su mente amueblada de otra manera, hayan vivido otras experiencias y vean el mundo con un prisma diferente al nuestro.

Tratar de tomar decisiones consensuadas con este tipo de espejo será, al principio y con seguridad, un reto, pues a nadie le gusta que sus postulados estén continuamente en cuestión y que sus ideas sean constantemente puestas en cuarentena. Sin embargo, desarrollar la curiosidad acerca del desacuerdo, ser capaz de adoptar la posición contraria a la esperada, esto es, interesarse en el desacuerdo en vez de molestarse por él, nos abrirá todo un mundo de nuevas perspectivas.

En sus postulados recogidos en la Fenomenología del Espíritu y expresado de manera simple, el filosofo alemán, Hegel decía que la historia se desarrolla a través del un proceso sin fin de  tesis-antítesis- síntesis.  Y, si lo pensamos detenidamente, así es como  mejoramos y ampliamos nuestros esquemas y formas de ser. Si nos quedamos en la primera parte, tesis, y jamás estamos dispuestos a afrontar la antítesis, nunca seremos capaces de realizar una síntesis que eleve nuestras formas de hacer las cosas, pensar nuestro trabajo y pensarnos a nosotros mismos.

No es casualidad que los grandes genios  de la historia sean también personas con grandes contradicciones internas. Estas mismas contradicciones son las que los obligan a encarar continuamente la disyuntiva y, por tanto, a crecer con ella irremediablemente.

Una vez estamos dispuestos  a escuchar aquello que no se adecua a nuestra manera de pensar,  y  a cambiar nuestras ideas cuando encontramos mejores visiones, una vez estamos dispuestos a no dar por hecho nada, estamos preparados para subir a un segundo nivel de eficiencia en todo lo que emprendemos, ya sea salir al campo el domingo o tomar decisiones de inversión acertadas, rentables y adecuadas para nuestra situación.

Solo así podremos decir que invertimos con sentido y  racionalidad. Los resultados, como no puede ser de otra manera, vendrán , como decía Seth Klarman, cuando el proceso por el cual tomamos nuestras decisiones, sea el adecuado.

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