17/07/2019
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Tres años antes de la crisis mundial del 2008 originada por las hipotecas subprime, la cual hundió prácticamente el sistema financiero global, cuatro tipos fuera del sistema fueron los únicos que vislumbraron que todo el mercado hipotecario iba a quebrar.
Decidieron entonces hacer algo insólito: apostar contra el mercado de la vivienda a la baja, en contra de cualquier criterio lógico en aquella época… Adaptación del libro “La gran apuesta” de Michael Lewis, que reflexiona sobre la quiebra del sector inmobiliario norteamericano que originó la crisis económica mundial en 2008.
-En 2005, el excéntrico gestor financiero de San José y entusiasta del heavy-metal MICHAEL BURRY (Christian Bale) estudia miles de préstamos individuales agrupados en bonos hipotecarios de calificación elevada y realiza un alarmante descubrimiento: los productos financieros están cargados de préstamos hipotecarios morosos que quedarán con toda certeza impagados en los próximos años.
Aunque los banqueros de Wall Street y las agencias gubernamentales de regulación ignoran esta bomba de relojería a punto de estallar, Burry inventa un instrumento financiero denominado “seguro de impago de deuda” a fin de “vender al descubierto” en el mercado inmobiliario en auge, para consternación de los dueños e inversores de su fondo de gestión alternativa.
-Cuando el joven y avispado banquero de Wall Street JARED VENNETT (Ryan Gosling) se entera de la estrategia de Burry, utiliza una torre de bloques de Jenga que se viene abajo para convencer al irascible gestor de fondos de gestión alternativa MARK BAUM (Steve Carell) de que él también debería invertir millones en seguros de impago de deuda.
Baum y su discutidor equipo de analistas jóvenes y sarcásticos (Jeremy Strong, Hamish Linklater y Rafe Spall) se muestran inicialmente escépticos y realizan su propia investigación.
Al estudiar el mercado inmobiliario de Florida, entrevistan a agentes hipotecarios con mucha labia que consiguen continuamente créditos para compradores que claramente no están cualificados y una bailarina de striptease que ha comprado varias propiedades sin haber pagado entrada alguna por ninguna de ellas.
-Mientras tanto, los gestores financieros de veintitantos años JAMIE SHIPLEY (Finn Wittrock) y CHARLIE GELLER (John Magaro) también se topan la burbuja inmobiliaria.
Con la esperanza de ingresar en la primera división financiera, descubren con pesar que su fondo de 30 millones de dólares se queda corto casi por 1500 millones de dólares de lo exigido para poder sentarse en la mesa de los mayores.
Así que reclutan al banquero convertido en agorero ecologista BEN RICKERT (Brad Pitt), que utiliza sus contactos para ayudarlos a realizar su propia apuesta contra Wall Street.
Para cuando el mercado acaba desmoronándose al fin en 2008, estos inversores inconformistas habrán ganado miles de millones de dólares, pero su experiencia los habrá cambiado para siempre.
Pero, mientras las instituciones financieras cuya temeraria conducta provocó el problema son rescatadas por los contribuyentes estadounidenses, millones de norteamericanos pierden sus hogares, sus trabajos y sus ahorros para la jubilación en una catástrofe económica cuyos efectos aún se siguen sintiendo en la actualidad.
El libro de Michael Lewis es prácticamente un guion cinematográfico. Por la trascendencia de los hechos que narra, por la personalidad y las características de los protagonistas y por la enorme historia que relata, con un puñado de inversores apostando contra el mundo… y ganando.
Con tan buen material, hubiera sido un delito no hacer una película que esté a su altura. Y McKay, director y también guionista junto con Charles Randolph, cumplen con creces.
‘La Gran Apuesta’ no sirve solo para pasar un buen rato. Requiere atención ya que contiene conceptos económicos y financieros complejos. Porque lo que cuenta es una historia real con consecuencias muy serias y, sí, también muy reales.
Lejos de suponer un obstáculo, esta característica de la película constituye una poderosa razón para verla, puesto que no solo se disfruta, sino que además permite aprender. Y mucho más, porque ofrece lecciones (no todas las que se deben sacar de la crisis, pero sí algunas de las más valiosas) que ojalá permanezcan en el tiempo.